Una voz en mi cabeza
   
 
  Voz -- 2 de junio de 2010
Háblame pequeño, escúchame la voz, es lo único que tengo para ti, escondido, arrugado, bajo las laderas de esta camisa… No, no guardes la sombra del llanto, yerma, en su madriguera, déjala que viva, libera su torrente fino y caliente por tu cuello frío de mármol, terso de piedra… Mírame, mírame tan profundamente que no olvides jamás que, aunque no podamos tocarnos; siempre estaremos cerca… Túmbate, cierra, despacito, los ojos, no quiero irme mientras me veas. Esperaré para irme a que lleguen los espejismos de la noche a tu cabeza, a que se extienda bien el mantel de la noche tuerta… Quédatelo todo, pero no te quedes mi voz, puedes quedarte las caricias, los gestos, la ropa, las miradas, las tardes, las mañanas… El sudor, los secretos, los regalos, los silencios, el perfume, las almohadas… Guárdate para siempre las despedidas, los saludos, las siestas, los momentos inoportunos, las mareas, los gritos, los piropos, los insultos, las velas… Pero la voz solo es prestada, úsala cuando despiertes, para pedirme que vuelva.

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