Las mañanas que amenazan desperezándose
a los ecos espesos de la noche,
en saludos elaborados con exquisito desprecio
que llaman a antiguos compañeros
por sus nombres
En que la oscuridad de sus almohadas
engalanadas y mullidas de reproches,
entierra a el olvido su horizonte
y ahoga a los ríos
salados, más que dulces
En que el reflejo de sus cortinas
dibuja etéreas confusiones,
donde angostas y extraviadas
se ciegan cuando miran
las pupilas insensatas de los hombres
Aquellas mañanas sepias,
endulzadas con mil rayos de tenue alumbre
donde…
casi puede oírse,
el chasquido quebrado de ilusiones
Son en aquellas mañanas aturdidas,
fundidas en luz, desconcertantes,
y llenas de tanta calidez abrasante,
donde mueren todos los sueños
y no quedan ya fuerzas, para levantarse
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