A ratos siento que sin ella no puedo respirar,
que me falta un pedazo muy hondo en el pecho,
no hay latidos desde que ella no me da cuerda
en los músculos que dentro del corazón tengo.
A ratos siento exactamente que me falta el aire,
o, por lo menos, algo igual de importante,
he aprendido a vivir con ella, me he acostumbrado,
a sus párpados, a sus pestañas meciéndome.
Y no siento que su falta se haga más pequeña,
que se note cada vez menos, más bien al revés,
qué estúpido he sido apartándola de mí.
Mil golondrinas morían en su pelo como estrellas,
mi muñeca… creo que jamás llegaré a entender
ni cómo, ni porqué, hemos llegado a estar así.
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