Quiero que sepas que, al final,
el odio se pasa,
la ira se diluye,
la rabia se escapa,
al final solo queda el dolor,
y los platos rotos,
y las cosas torcidas
que dejamos a mitad del camino.
Al final las borracheras se acaban,
las lágrimas se secan,
y todo cuanto queda es esa gente,
aquellos que te preguntan:
“¿Eres el escritor?”
Y no sabes que responder.
“Escribes cosas maravillosas.”
Y tú vomitas sangre desde el corazón.
Empiezas a escribir mierda,
siempre sobre lo mismo,
las mismas palabras, las mismas rimas…
pero esa gente son como moscas,
aman la mierda,
y te aman a ti como a su culo.
Un día te paran por la calle:
“¿Eres el escritor?”.
Entonces dejas de escribir,
por completo, lo olvidas,
dejas todas las ideas en el tintero,
dejas pasar hojas y hojas en blanco,
dejas que se disuelvan
todos los pechos enamorados, de ti,
y esperas…
esperas a que pase algo.
Andrea te dice un día:
“Ya no eres especial”.
Y tú te revuelves, te pones las manos
alrededor de la herida,
te arqueas, te resientes, pero no contestas,
no contestas porque sabes que es verdad,
y no te extraña, porque todo cuanto
tenías de especial, era ella.
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