Hay…
tantas cosas que no debería recordar
y recuerdo…
Recuerdo las horas perdidas
esperando que viniera alguien
Recuerdo las horas en que jugaba
solo, y echaba de menos a mi padre [el estaba lejos por trabajo...]
Recuerdo los días que viví
en aquella casa que no era mía
Todo era tan grande, las paredes tan frías,
las noches tan silenciosas y tan densas,
y las siestas tan largas y abatidas
que ahora solo puedo recordarlo con pena
Recuerdo tantas cosas que nadie espera
que recuerde…
Recuerdo esa mirada llorosa de
“nuestro niño está roto”
Recuerdo esa mirada en demasiada gente,
la odio…
Recuerdo imaginar que el contador del agua
era el acelerador de un coche,
Y recuerdo jugar con los capullos de las arañas
y aplastarlos con los pulgares
“nuestro niño está roto”
Recuerdo las escaleras largas y enormes
y subirlas agachado para no caerme,
Recuerdo el suelo manchado de mi sangre,
pero no recuerdo levantarme…
Recuerdo el ladrido de los perros,
recuerdo los besos de mi madre
Y recuerdo las tardes cálidas en que el sol
nos obligaba a echarnos a la calle
Recuerdo a mi abuela cosiendo
y a mi abuelo viendo la tele
o arreglando una radio,
un mueble…
Recuerdo el sonido de la máquina de coser
pero, sobre todo
Recuerdo unos ojos...
sus ojos perplejos llenos de sorpresa y decepción
Que nunca sabrán cuanto los había echado de menos…
porque nunca me atrevería a decírlo
Recuerdo estar sentado en el escalón de mármol,
mirando la esquina de los gorriones,
recuerdo como el aire soplaba deslizándose
y oír a los palomos y tirar a un lado los lápices
Y pensar…
“quiero morir esta tarde”