Una voz en mi cabeza
   
 
  El monstruo que habitaba en las hojas caducas -- 16 de Nov

La sucia desesperación del sofá se extendía más allá de las pinceladas sueltas que batían sus alas en torno a las notas de un pentagrama invisible… El libro rojo sobre la mesa había dejado paso a un pesado silencio tras la caída de su última hoja.

Otoño.

La ventana abierta dejaba entrar algún alfiler que atravesaba la piel de las cortinas y arañaba la despejada calma de dentro. Sintió el pinchazo lento y largo… Húmedo y sucio.

-Me odias. Sin embargo eres tú quien me ha convertido en esto.

Las patas del sofá crecían rodeadas de espinas y la estrecha sombra que dejaba abrazada al suelo gemía alejándose de la luz.

Tomando fuerzas para ganarle la partida.

Bajo la piel demasiados corazones bombeaban sangre negra. Una enorme boca apareció en el centro de su pecho, maloliente, sucia, rastrera…

Siseaba con su enorme lengua palabras escritas de pensamientos encerrados hasta la locura en cárceles de piedra…

<<Libérame>>

Frío óseo. Lodo viscoso.

La ramas del dolor le apretaban el estómago. Rugía. Estaba gritando más allá de los cimientos y su voz quebrada clavaba con pedazos afilados su sufrimiento cada vez que impactaba con algo.

Su cólera estallaba en mil brazos.

<<Libérame>>

Al otro lado de la ventana el mundo de apariencias seguía intacto, con un calor perpendicular y ausente típico de los días de otoño. El cáncer de los edificios, los coches y los trajes parecía tener cierto sentido perverso.

El monstruo lanzó sus patas por la ventana. Cayó a la acera. Con sus dedos viscosos y escamados arrancó la cara de un niño, dejó el músculo y los cartílagos fuera. La colocó frente a su propio rostro y la usó de máscara.

Oculto tras ella destruyó a todas las personas que le parecieron hermosas. No se merecían vivir en un mundo tan feo.

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